Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

jueves, 25 de abril de 2019

Escudos


Pensamos que teníamos que distinguirnos de ellos de algún modo, aunque despreciábamos los fríos uniformes. Empezamos usando brazaletes y cintas tricolores que nos amarrábamos en la frente o en la cintura. Diseñábamos gorras y chaquetas que las tías y los abuelos cosían de madrugada, robándole horas al sueño porque por un milagro la luz había llegado y se quedaba un tiempo. Nos llenamos la ropa de chapas y consignas, fabricamos escudos de madera, que decorábamos con signos religiosos o esotéricos. El ying y el yang, la cruz de San Benito, alguna complicada runa celta, el ocho acostado del infinito, el árbol de la vida, el símbolo adinkra de la tierra dibujado en negro sobre fondo blanco. Sabíamos que los escudos no nos protegerían de las balas, ni de las lacrimógenas, ni de la insistente metralla, ni de las bombas cada vez más potentes que empezaron a lanzarnos desde los helicópteros. Y aún así los escudos se fueron convirtiendo en parte del uniforme que nos recordaba que estábamos en peligro de muerte cada ínfimo segundo de cada día. Con ellos nos armábamos de valor, en ellos descansábamos. Detrás de ellos nos dábamos los apurados besos que se dan en la guerra. Fueron, mientras duraron, la guarimba, la taima, el tiempo suspendido de la tregua. Trincheras precarias y portátiles. Resguardos fugaces que nos dejaban siempre medio cuerpo a la intemperie. Barricadas ilusas. Seguimos fabricándolos mientras duró la guerra en la ciudad, aferrados a la idea contagiosa de que mientras nos sostuvieran seríamos eternos e implacables. Convertidos en amuletos contra la muerte, los escudos se fueron haciendo cada vez más pequeños. Ahora que los cargamos al cuello como escapularios, les damos cada tanto un beso avergonzado, con la terca esperanza de que sigan cumpliendo sus promesas. 

1 comentario:

Elizaria dijo...

Me encantó. Es una imagen muy poderosa eso de que los escudos se hagan pequeños hasta llegar a escapularios. Como de cine. Y "escapularios" es bella palabra. Gracias. Quiero compartirlo.

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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.