Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

lunes, 29 de junio de 2020

Tarot


En este encierro preferimos no interrogar las cartas del Tarot. El mazo permanece mudo encerrado en su caja. No queremos despertar sus presagios ni destapar sus oscuros augurios. Nos da miedo encontrarnos con la carta suspendida del ahorcado o con la fuerza rampante del león o con la carta en la que se anuncia el último juicio. Nos asusta el anuncio de la torre que se viene abajo de manera estruendosa. No queremos que aparezca con sus tonos sombríos la carta del demonio. Y, sobre todo, nos aterra que salga la carta de la muerte, anunciando que alguno de nosotros va a quedarse esta vez en el camino.

 

viernes, 19 de junio de 2020

Viejos


En este encierro hablamos con los viejos que están del otro lado del océano. Más encerrados y asustados que nosotros. Para distraerlos, les contamos que salimos a montar bicicleta y que caminamos por horas a la orilla del río que está cerca. ¿Ya no hace frío? nos preguntan, tratando de entender por qué pasamos tanto tiempo afuera. Algunos días sí y otros no, respondemos. Los días que hace frío nos quedamos en la casa leyendo, horneando panes y cocinando grandes palanganas de carne molida y caraotas negras. Pero cuando hace calor, antes de salir, abrimos todas las ventanas y dejamos que entren las abejas y el ruido de la calle que cada día es más fuerte.


lunes, 15 de junio de 2020

Pelos


En este encierro nos crecen los pelos y las uñas. Nos salen escamas en codos y talones. Nos olisqueamos sin asco las axilas. Usamos cada vez menos champú. Ya no nos afeitamos ni nos sacamos las cejas. Las canas proliferan y no sabemos dónde quedó el cepillo de peinarse. Todavía nos lavamos la cara y nos cepillamos los dientes dos veces al día. No hemos dejado de bañarnos. Pero lo hacemos más que todo por nostalgia del agua. Porque quién sabe cuándo vamos a poder volver al mar.  


sábado, 13 de junio de 2020

Bicicletas


En este encierro descubrimos otra vez las bicicletas. Después de un largo invierno sin montarlas, las sacamos de su sueño metálico para salir a explorar cada tarde los alrededores. Andamos bajo el sol por senderos de tierra y caminos desiertos, pedaleando veloces frente a las ovejas que nos miran pasar mascando hierba. Nos aventuramos por lugares que no conocíamos y vamos cada vez más lejos con el viento en la cara o en la espalda. Sufrimos en las subidas, pero nos desquitamos con el vértigo de dejarnos caer por las bajadas.


martes, 9 de junio de 2020

Ventanas


En este encierro confundimos pantallas con ventanas. El cielo despejado está adentro y afuera. Los pájaros también y las abejas. Leemos noticias en la red y miramos pasar una ambulancia. Contemplamos a la vecina que camina con sus pasos lentos hacia el abasto, y buscamos con el teclado las cifras de los muertos del día. Miramos paisajes remotos, casi siempre con agua, que nos parecen tan cercanos como la placita de enfrente donde los narcisos amarillos se mecen al sol.

lunes, 8 de junio de 2020

Sueños


En este encierro soñamos con piscinas olorosas a cloro. Damos brazadas con las que avanzamos en medio de un azul movedizo y contamos las rondas mirando de reojo el reloj que cuelga en la pared. Soñamos con lagos negros en los que nadamos sin ver más allá de lo que alcanza una mano, pataleando sin perder el ritmo, para que no se note que nos sostenemos apenas en medio del pánico a la oscuridad y al abismo. Pero sobre todo soñamos con el mar. Con ese mar que nos espera abierto, luminoso, transparente, quieto o encrespado. Ese mar en el que volveremos a hundirnos sin reservas cuando el miedo al contagio pase y nos demos de frente otra vez con la vida.

sábado, 6 de junio de 2020

Balcones


En este encierro extrañamos los balcones, las anchas terrazas invadidas de matas. Evocamos los patios de la infancia, de rojos ladrillos y grama escasa, donde los limoneros y los mangos crecían bajo el sol derramándose en frutas. Nos acordamos de aquella terraza con tumbonas de hierro que desperdiciamos cada mediodía. El balcón donde inventamos a los quince años el tono de contarnos los secretos. Los grandes ventanales que miraban al cerro. Las guacamayas azules y amarillas que cruzan hacia el este lanzando un grito al aire. 

miércoles, 3 de junio de 2020

Grito


En este encierro miramos aterrados un video en la tele, donde un policía blanco mata a un hombre negro. El hombre blanco clava su rodilla en la nuca del hombre negro que está postrado y maniatado en el suelo. El hombre negro dice ¡no puedo respirar! Diecisiete veces lo dice antes de desvanecerse. Alguien grabó con un teléfono la agonía de ese hombre negro que pide por su vida y por eso podemos verlo en todos los noticieros. Porque hay imágenes y sonidos, de pronto todo el mundo descubre una vieja y atávica injusticia. Y se desatan todas las furias y nos olvidamos del encierro y cada quien que tiene en el cuerpo un gramo de decencia lleva un grito apretado en la garganta.

martes, 2 de junio de 2020

Listas


En este encierro hacemos listas. La lista de lo que no se consigue en el abastico de la esquina: huevos, leche de avena, aguacates. La lista de los productos de limpieza que faltan: jabón para lavar la ropa, cloro, lavaplatos. La lista de los libros que estamos por leer, la de las series que pasan en la tele, la de los podcasts sin escuchar, la de las llamadas que no hemos hecho todavía. La lista de las cosas pendientes para cuando se acabe el encierro: cortarse el pelo, arreglar la llave que gotea, ir al cine, volver a nadar al aire libre, caminar sin angustia por el centro de la ciudad comiéndonos un helado enorme si es posible. 

lunes, 1 de junio de 2020

Piedras


En este encierro los niños dejan mensajes escritos en las piedras. Las piedras dicen, “stay safe” o dicen “thanks NHS” y aparecen en los materos del parque o en las barandas de los puentes, sobre los pretiles o a la orilla de los senderos. Algunas piedras están pintadas de blanco y escritas con letras rojas. La mayoría son piedras crudas con letreros en simple marcador negro. Casi todas tienen pequeños arcoiris en una esquina, como una firma anónima. Es el mismo dibujo que vemos en todas las ventanas. Un símbolo de esperanza y de agradecimiento que tal vez alguna maestra comenzó a pintar con sus alumnos y se volvió viral, como se dice. Sirven de santo y seña para hacernos saber que no estamos solos, que en alguna parte hay ahora mismo un niño pintando su saludo en una piedra.

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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.