Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

miércoles, 24 de abril de 2019

Abandonos


Cuando dejamos la ciudad abandonamos a los viejos a una suerte que sabíamos adversa. Nos consolamos pensando que la muerte cierta que los esperaba era la misma que de todos modos los alcanzaría en el camino si hubiéramos decidido sumarlos a la fuga. Cuando nos despedimos, ellos se empeñaron en descargarnos de toda culpa, pronunciando hastaluegos y largas bendiciones, repitiendo que era mejor así, que se quedaban en paz con sus cosas y sus muertos. En ese terruño que ya se parecía tanto a ellos que no podía separarse de sus cuerpos. Pero cuando nos fuimos nos llevamos sus miradas borrosas, sus bocas entreabiertas, sus cabezas blancas o peladas, sus dedos deformados por la edad y la artritis, sus profundas ojeras, sus pasos temblorosos, sus caderas maltrechas, sus bastones, su lentitud de paquidermos grises. El modo como tiemblan mientras cuentan pastillas, el susto o la tristeza que se fija en sus gestos cotidianos, los cachetes hundidos, las manchas marrones conquistando cada vez más territorio, los dientes falsos que vigilan la noche desde un vaso, los hombros hundidos y el cuello tembloroso, las ropas cada vez más holgadas. Las protuberancias, los lunares, las verrugas. Los dolores de espaldas, de rodillas, de pies. Las uñas enterradas, las medias sin elásticos, las ruidosas chancletas. Los pasos que se arrastran por la casa en la alta madrugada en la que todos duermen menos ellos. Y sus voces, sobre todo sus voces. La cadencia ancestral que desgrana memorias de un tiempo ya ido en el que era imposible vislumbrar esta lenta catástrofe.


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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.