Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

jueves, 18 de abril de 2019

Al filo

No. Las armas que usábamos al principio no eran arcos y flechas. Eso vino después. Al principio no costaba nada conseguir fusiles semi-automáticos, de esos que disparan ráfagas de cinco tiros por segundo. Ta-ta-ta-ta-ta. O eso decían. Eran las armas más buscadas y por supuesto las más caras. Pagábamos con bolsas llenas de billetes que no valían nada. Carretillas, después. Hasta que nos dejamos de estupideces y empezaron a circular las monedas duras sin ninguna restricción. Dólares, euros, libras esterlinas. Hasta los pesos eran preferibles a la moneda local. Pesos colombianos, mejicanos, chilenos, sucres ecuatorianos, balboas panameñas, soles peruanos, reales brasileños. Todo lo cambiábamos por armas. Fusiles y escopetas, pistolas y revólveres. Municiones de todos los calibres. Lo único más importante que las armas era la comida. Porque ya ni nos preocupábamos por la gasolina. Mientras tuviéramos poder de fuego, el resto nos importaba poco. Y usamos hasta la última bala. Cuando no pudimos comprar ni robar una bala más, empezamos a fabricarlas con cualquier metal que pudiéramos fundir. Hicimos balas de hierro y de cobre, de latón y de bronce. Hasta que los metales que teníamos a mano se agotaron y comenzamos a fundir las armas más pequeñas para alimentar a las más grandes. Por esa vía era inevitable que nos quedáramos sin armas de fuego. La guerra no tenía modo de terminar cuando sonó el último disparo. Hubo una tregua en la que tanto ellos como nosotros repensamos tácticas y estrategias, para adaptarlas a una forma menos mecánica, más cuerpo a cuerpo, de matarnos los unos a los otros. Entonces florecieron los filos. Machetes y cuchillos, lanzas y flechas. La sangre inundó la noche. Ya no hubo manera de limpiarnos las manos después de cada jornada. Nos impregnamos de este olor que no se quita. Hasta hoy.

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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.