Pero quedamos nosotros. Los que no nos quedamos. Los que buscamos apurados la primera frontera que pudimos cruzar para ponernos a salvo, porque estábamos demasiado ocupados en sobrevivir. Porque nos empujaba el miedo y el hambre y nos negamos a elegir entre dos males. Pedimos asilo, rogamos asistencia, mendigamos la sopa y el pedazo de pan en cada refugio que encontramos. Habíamos dejado la pena y la vergüenza en el camino o enterradas en las ruinas de todo lo que alguna vez llamamos nuestro. Aunque tuvimos que abandonar a los más viejos, salvamos a los niños. Y cuando logramos por fin cruzar al otro lado volteamos a mirar desde lo alto y vimos los incendios y las polvaredas. La tierra toda arrasada por la furia. Los bosques y los ríos envenenados por el odio. Y supimos que al final sólo quedaríamos nosotros, los que no podíamos ni queríamos elegir. Los que nunca creímos en la guerra y ahora menos. Los que cargamos a cuestas con la culpa de no pertenecer a ningún bando. Los que en tiempos de paz limpiábamos las casas, reparábamos lo que estaba roto, cuidábamos niños y jardines, gatos y perros. Curábamos enfermos, lavábamos ancianos. Manteníamos en orden las calles y las plazas, vendíamos los tiques del metro, manejábamos los autobuses, despachábamos en los abastos y las farmacias. Y sacábamos las cuentas al final de cada día contando hasta el último centavo. En tiempos de guerra seguíamos trabajando aunque ya no tuviéramos transporte para ir al trabajo y el sueldo no alcanzara ni para el café del desayuno. Y cuando ya no pudimos trabajar, seguimos cuidando de los nuestros y de los demás, porque era lo único que podíamos hacer. Aunque a veces tocara pelear entre nosotros, sin elegir nunca ningún bando. Porque en la guerra la furia se multiplica y lo abarca todo. Y a veces hasta tuvimos que mancharnos las manos de sangre. Pero todo eso quedó atrás y ahora estamos por fin del otro lado, llenando planillas y respondiendo cuestionarios para que nos den permiso de ser y estar en otra parte. Donde sea que la guerra y el miedo y el hambre ya no nos alcancen.
Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.
miércoles, 12 de junio de 2019
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Datos personales
- Raquel Rivas Rojas
- Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.
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