Praga, 1989. Rudolf y Alina están a
punto de tener una hija. Alina muere en el intento. La hija crece. Se llama Anna. Un día, en una manifestación contra el
gobierno, cuando Anna es apenas una jovencita que estudia
bachillerato, desaparece. Rudolf la busca desesperado. Ni rastro de
ella. Pasan años. Rudolf languidece en un cargo administrativo y
pierde la esperanza.
Un día suena el timbre. Un sobre se
desliza por debajo de la puerta. Adentro hay una foto. Asombrado y
confundido Rudolf observa la imagen de una mujer exacta a su finada
Alina. En el fondo hay una ciudad que no parece europea. En el
reverso se lee una fecha y un nombre. New York, 2008. Saca en
instantes una cuenta mental. 34 años puede tener esa mujer que lo
mira desde la foto.
Rudolf vende todo, renuncia a su trabajo
y se va a Nueva York. Contacta a una ONG que ayuda a familiares de
desaparecidos. Trabaja como barrendero, vendedor de frutas, cargador
de bultos, cajero de supermercado, taxista pirata. Vive en un
cuchitril helado. Apenas come. Se reúne con un grupo de familiares
de desaparecidos. Indaga, pregunta, se desespera. Pasa cinco años
buscando a Anna. Pierde toda esperanza. Regresa derrotado a Praga.
Por un milagro logra recuperar su antiguo puesto. La vida sigue.
Rudolf languidece.
Pasan otros diez años. Un día le cuenta
a un compañero de trabajo la historia de Anna y su desesperada
búsqueda inútil. El compañero aparece al día siguiente con un
técnico que le cuenta de este nuevo app de reconocimiento facial.
Rudolf lo instala en su teléfono inteligente, que apenas usa para
leer en los tranvías. Alimenta el app con la foto de Anna y con la
única foto que conserva de su finada Alina. Toda la noche el app
trabaja buscando entre millones de imágenes.
A la mañana siguiente Rudolf se
despierta con el plin que hace el teléfono. El app ha encontrado
quince fotos en las que aparece una mujer exacta a Anna y por tanto
idéntica a Alina. Rudolf mira las imágenes sorprendido y
maravillado. Tienen fechas. Durante los últimos diez años Alina ha
estado viviendo en Praga. No puede ser otra esa ciudad en la que
aparece ella, andando por aceras adoquinadas, atravesando parques
oscuros, cruzando puentes de piedra, subiéndose a un tranvía. En la
última foto Alina aparece en un cementerio vestida de negro. Está
visiblemente triste. Devastada.
Rudolf reconoce la imagen. Ha visto a ese
ángel tantas veces. Sin perder tiempo, prepara un termo enorme de
café, rellena una baguette con queso y pepinillos, se abriga bien y
sale rumbo al cementerio. Busca el ángulo detrás del ángel. Tal
como lo imaginaba, apenas unos pasos más allá de la tumba de Alina
hay una tumba reciente. Rudolf se sienta en un banco, mira al cielo
de un azul intenso, se sirve un trago de café. No sabe si la espera
será corta o larga.
Praga, 18 de noviembre, 2018
.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario