Le
costaba tanto aceptar el paso del tiempo. Cuando se miraba en el
espejo buscaba el mejor ángulo y levantaba la barbilla para evitar
que apareciera la incipiente papada. Pero ahora, frente a la luz
brutal del espejo del baño, no tenía escapatoria. No le quedaba más
que aceptar que los cincuenta años que acababa de cumplir se veían con descaro en todos los rincones de su cara y especialmente en la
sonrisa crispada, en los ojos apagados, en la frente atravesada de
líneas en desorden.
Tal
vez ya era hora de adoptar la medida de dejar de mirarse en los
espejos, como aquella mujer que en el baño de la cinemateca le dijo
que hacía años que no se enfrentaba a su propia imagen. Ella estaba
arreglándose la falda y la mujer le había pasado por delante sin
hacer ninguna pausa. Acababa de salir del cubículo y se lavaba las
manos. Hace tiempo que dejé de mirarme en los espejos, le dijo,
mirando fijamente la espuma que hacía el jabón en sus manos. Tú
todavía tienes tiempo, unos diez años más.
Su voz
era amable, su sonrisa dulce. Ella la miró tratando de comprender la
intención del comentario y al ver que en su cara no había ni una pizca de ironía, sonrió también y
dijo no tanto, no tanto. Se lavaron las manos en silencio. Después,
mientras ella se secaba con el aparato que echa aire caliente y hace
un ruido espantoso, la mujer entraba de nuevo al cubículo y sacaba
un montón de papel sanitario. Con el papel en la mano había salido
de nuevo y se había parado frente al pote grande de basura que
estaba al lado de la puerta.
–No
es verdad que con la edad uno se vuelve más paciente –comentó la
mujer a modo de disculpa.
Ella
volvió a sonreir mientras seguía frotándose las manos bajo el aire
caliente. La mujer salió del baño y la dejó sola. Se rindió ante
la evidencia y siguió el ejemplo de la mujer, repitiendo en su
cabeza las palabras que le había dicho, pero esta vez traduciéndolas
a su idioma. Mientras dejaba caer la bola de papel arrugado en la
basura, consideró un par de variables. Sopesó el impacto que
tendrían, la fuerza del sonido de cada palabra en las distintas
frases y eligió una. La fue repitiendo como una oración hasta que
salió a la calle y se encontró con el frío de la noche.
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