Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Las errantes

 

Dicen que sin necesidad de cruzar palabra se levantan un día, cuando llega el momento, y se lanzan a caminar en medio del bosque, por el desierto o las montañas, a la vera de los ríos o al borde de las playas. Nunca por los caminos. Dicen que se desperdigan sin dejar huellas y que un tiempo después, sin cruzar palabra, se reencuentran en un lugar que todas conocen. Pasan días en lentos conciliábulos. Cantan canciones. Murmuran. A veces, en las noches sin luna, dicen que aúllan como monos o ululan como lechuzas. 

Cuando llega otra vez el día de seguir camino, se desperdigan como antes y no queda nada en pie del campamento que habitaron durante semanas. Pero también dicen que cada tanto deciden no separarse, mantenerse unidas. Entonces sí ocupan los caminos y van sumando cada vez más y más caminantes en cada jornada hasta que se vuelven una multitud errante que es imposible detener. Quienes las han visto pasar en esos momentos dicen que parecen una furia desatada. 

Pero no se sabe el objetivo de esa furia hasta que llegan a un lugar y se detienen. Puede ser un pueblo o una ciudad. Cuando llegan ocupan la plaza, el mercado, el lugar de culto o de reunión. Y ahí se quedan. Sin exigir nada. Como una avalancha que se expande y despliega su poder aplastándolo todo. Solo para decir aquí estamos y, si queremos, nos podemos quedar. 

Mientras eso pasa, la mayoría de los habitantes del lugar se limita a observarlas y a evitarlas. Pero siempre están los que conversan con ellas, hacen pequeños trueques, tratan de sacarles información porque han oído que vienen de muy lejos y que lo saben todo. Ellas se dejan seducir por los halagos y la compañía. Tienen la lengua suelta y no se apegan a ningún secreto. Les gusta contar historias, pero más que nada les gusta coleccionar historias. Así que escuchan atentamente a todo el que quiera contarles algo. 

Dicen que por eso se han convertido en la memoria de todo el continente. Porque las historias que recogen aquí y allá van pasando de generación en generación y solo ellas saben cómo tejer un cuento con otro para construir una saga de largo aliento y ancho alcance. La memoria de todos está en esos cuentos y por eso los moradores de las cuevas saben de la existencia de los habitantes de los árboles y los citadinos saben de las gentes de los archipiélagos. Y todos conocen, aunque de manera fragmentada, la historia de los viajeros en el tiempo, o de los que despertaron aquí habiendo nacido allá, o de los que renacieron. Cada pueblo los llama de maneras diferentes y las mujeres errantes recogen todas esas historias y las hacen circular por los vastos territorios que andan y desandan.

Un día, como llegaron, se van. Y dicen que nueve meses después nace una nueva generación de mujeres caminantes, sin que ni un solo hombre se haya visto jamás entre sus filas. 





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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.