Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

lunes, 8 de junio de 2020

Sueños


En este encierro soñamos con piscinas olorosas a cloro. Damos brazadas con las que avanzamos en medio de un azul movedizo y contamos las rondas mirando de reojo el reloj que cuelga en la pared. Soñamos con lagos negros en los que nadamos sin ver más allá de lo que alcanza una mano, pataleando sin perder el ritmo, para que no se note que nos sostenemos apenas en medio del pánico a la oscuridad y al abismo. Pero sobre todo soñamos con el mar. Con ese mar que nos espera abierto, luminoso, transparente, quieto o encrespado. Ese mar en el que volveremos a hundirnos sin reservas cuando el miedo al contagio pase y nos demos de frente otra vez con la vida.

1 comentario:

Marcela Reyes Otaiza dijo...

Me conmovió mucho tu texto Raquel, sobre todo porque desde hace 12 (el tiempo que llevo viviendo aquí) cuando necesito sentirme bien cierro los ojos y trato de escuchar ese suave silbido de la brisa entre las palmeras y de aguas muy calmadas que se mesen tranquilamente en la arena. Ese paisaje idílico en el que me aislaba (literalmente) en una isla del Caribe con una carpa para cinco y una caba llena de hielo seco y comida. Esas islas maravillosas en las que no podía esperar para llegar, así que me tiraba de la lancha unos 200 metros antes del diminuto muelle para nadar sobre unos corales que a veces parecían perseguirme y aterrarme, y otras, maravillarme con la cantidad de vida y color.

El Mar del Norte es tan diferente, hermoso también, pero todavía me da miedo y frío. A pesar de esto, no me puedo resistir a lanzar me en sus olas para recordar, después que el frío parece transformar mis huesos en hierro, el sabor y olor del mar.

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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.