Cuando vienen y se quieren quedar conmigo, escribo cuentos y los dejo aquí.

viernes, 19 de junio de 2020

Viejos


En este encierro hablamos con los viejos que están del otro lado del océano. Más encerrados y asustados que nosotros. Para distraerlos, les contamos que salimos a montar bicicleta y que caminamos por horas a la orilla del río que está cerca. ¿Ya no hace frío? nos preguntan, tratando de entender por qué pasamos tanto tiempo afuera. Algunos días sí y otros no, respondemos. Los días que hace frío nos quedamos en la casa leyendo, horneando panes y cocinando grandes palanganas de carne molida y caraotas negras. Pero cuando hace calor, antes de salir, abrimos todas las ventanas y dejamos que entren las abejas y el ruido de la calle que cada día es más fuerte.


2 comentarios:

Janette JRL dijo...

En Venezuela , es imposible hacer pailas de carne molida, con caraota negra. La carne es un lujo que muchos no pueden. Cuatro dólares al mes suena descabellado comparado con los 10 $ que se gana en USA, un pasaporte tendrías que estar una década sin comer ni pagar servicios para poder adquirirlo. Este encierro es real y ha deprimido a millones en este pis que alguna vez fue rico, pero que ahora es pobre. Creo que es más fácil que te mate el gobierno que el covid 19.Aqui no hay cuarentena, la gente se muere de hambre y sale a la calle apenas protegido desesperado por buscar algo de comer para sus hijos. No hay nada que ver en la TV porque hasta la señal de DIRECTV no las quitaron, no hay internet, no hay agua, no hay efectivo, la luz es un suplicio.
Que triste es vivir en Venezuela,y pensar que Cuba está desde el 59, son como 61, y apenas llevamos 21 ... Pero mejor pienso en la Paola de caraota y carne molida, sueño con ella a ver si así dejó a un lado por un momento, recordar este hecatombe que nos tocó vivir.

Raquel Rivas Rojas dijo...

Así es Janette. Hablar de comida con los que están allá suena casi como un insulto. Pero es justamente esa diferencia la que quiero mostrar. Los que estamos afuera podemos pasar este encierro cocinando palanganas de comida que nos duran una semana. Y estamos conscientes del privilegio que eso implica. Porque todos los que tenemos familia en Venezuela sabemos lo que cuesta conseguir allá cada una de las cosas que aquí encontramos casi al alcance de la mano, en el abasto de la esquina y a un precio que apenas se siente en el presupuesto. Esa es una realidad con la que vivimos todos los días.

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Soy escritora y traductora. Venezolana de origen. Británica por adopción. Vivo en Edimburgo. Leo y escribo.