Canta
una rana solitaria. Sigue un silencio. Otra rana responde y
antes de que termine ya hay dos o tres ranas más uniéndose al coro.
No son ranas las que cantan, son sapos. Es la frase que repite el
padre siempre que la madre anuncia que es hora de preparar la cena
porque las ranas ya han comenzado a cantar. Un rato después, la
noche entera se llena de cantos de ranas, sólidos como un aguacero.
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