En este encierro nos vamos a ver el mar cuando hace sol. Caminamos por la arena mojada con la dudosa cadencia de los presos recién liberados. Nos sentamos frente a las olas sobre un palo reseco a mirar horizontes y pájaros y nubes. Barcos suspendidos entre uno y otro azul. Una isla habitada por gritos. La marea que sube despacio hasta donde estamos. El olor a otras playas ya tan lejos. Un resplandor perdido y tal vez recobrado. Algas, caracoles, medusas. Los ojos se nos llenan de todo lo que vive y muere en esa orilla. Y volvemos a casa con un ánimo líquido que nos guardamos en los bolsillos hasta la próxima vez.
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